que sin ella sus brazos estaban tan vacíos,
que sin ella sus ojos no tenían qué mirar,
que sin ella su cuerpo de ningún modo era
la otra copa del brindis.
Mario Benedetti.
Madrigal de las A.T. y Gstaad (Suiza). Primavera de 2008.
...y, por las calles, la sangre de los niños corría simplemente, como sangre de niños.