Tuvo la sensación de que la baldosa que pisaba se convertía de pronto en una isla, una baldosa leprosa que era higiénicamente discriminada por las baldosas saludables. Tuvo la sensación de que los objetos se iban, se apartaban locamente de él pero sin admitir que se apartaban. Una fuga hipócrita, eso mismo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? De todos modos, aquella vertiginosa huida de las cosas y de los seres, del suelo y del cielo, le daba una suerte de poder.
¿Y esto podía ser la muerte, nada más que esto?, pensó con inesperada avidez. Sólo ese foco de luz, enorme, es decir enorme al principio, que venía quién sabe de dónde, no tan enorme después, valía la pena dejar la isla baldosa, más chico luego, valía la pena afrontarlo todo en medio de la calle, pequeño, más pequeño, sí, insignificante, aquí mismo, no importa que los demás huyan, si el foco, el foquito, se acerca alejándose, aquí mismo, aquí mismo, la linternita, la luciérnaga, cada vez más lejos y más cerca, a diez kilómetros y también a diez centímetros de unos ojos que nunca más habrán de encandilarse.
Mario Benedetti.
Salamanca. Septiembre de 2008.
3 comentarios:
Como uruguayo te agradezco este homenaje, Diego.
Hay autores que no entienden de fronteras, y yo a Benedetti o a Neruda siempre los he tenido como "propios", como poetas favoritos, capaces esa magia de transmitir en tinta lo que ven sus ojos. Y por sus ojos algunos hemos montado en un tranvia en Montevideo, o nos hemos encontrado en una oficina como tantas otras...
Gracias a ti por tu fidelidad al blog, y tus comentarios.
D.
Es la globalización del sentimiento poético, el intercambio entre almas transnacionalizado...
Muy oportuna la entrada, de verdad te lo digo.
S.
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