Avanzaba lentamente por la vía sacra arropado por una húmeda penumbra. Un resplandor tenue en la calle central del retablo barroco despertaba su temerosa inquietud. En el núcleo del haz distinguió la efigie de Cristo. Estaba siendo devorada por centenares de criaturas de ultratumba…
Despertó horrorizado con el sudor frío del alba. A su izquierda, su breviario reposaba en el suelo con las páginas dobladas. A su derecha yacía un niño, tembloroso y acurrucado.
Despertó horrorizado con el sudor frío del alba. A su izquierda, su breviario reposaba en el suelo con las páginas dobladas. A su derecha yacía un niño, tembloroso y acurrucado.
Miguel Arias
Medina de Rioseco. Agosto de 2006.
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